Mi amama solía decir aquello de “manos que no dan que esperaran “y “uno recoge lo que siembra”, todo esto con su buen acento vasco, era una mujer de campo y se le notaba y a pesar de no ser muy parlanchina, porque según ella para eso ya estaba yo y mi vena gitana, solía ser parca en palabras pero cargadas de mensajes. Nunca me dijo nada, a pesar de verme muchas tardes cerca de su delantal mientras pelaba las vainas o jugando a la brisca y los seises un sábado por la tarde, cuando sabía que mis “amigos” estaban en la plaza. Ella lo tenía claro, yo era muy diferente y ese pueblo no estaba hecho para una farandulera como yo, o no por lo menos en aquellos tiempos. Se fue como se vino, sin hacer mucho ruido y tras […]